Si sabes lo que tienes que hacer, ¿por qué no lo haces? O, dicho de otra manera: cuando pedir ayuda es la clave.
- Àngels Frías
- 10 mar
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 30 mar
¿Te ha pasado que empiezas un nuevo hábito, una nueva “dieta”, o un nuevo gimnasio y, aunque la motivación es alta al inicio, no sabes cómo, a las pocas semanas, empiezas a agotarte, aburrirte, y todo se vuelve demasiado difícil de mantener? La fuerza de voluntad y la energía se reducen, y parece que ya no te apetece continuar.
Las personas deseamos cambiar, pero no siempre sabemos cómo hacerlo.
Todos vivimos resistencias mentales, que en la mayoría de los casos nacen de una emoción —consciente o inconsciente— que nos bloquea o nos hace “fracasar”.
Los seres humanos somos sociales, con una vulnerabilidad y, a la vez, una fortaleza inmensurable. Reconocer nuestros bloqueos a veces no es una tarea sencilla, pero dejarse acompañar en un proceso de cambio es, en realidad, comprometerse con nuestras debilidades y aceptar nuestra capacidad de empoderamiento.
Aunque socialmente debamos ser “superhumanos” capaces de todo, quiero decirte que eso no es más que una ilusión.
La buena noticia es que todas las personas pasamos por procesos similares cuando queremos cambiar nuestros hábitos, y eso nos permite identificar cuatro de los errores o condicionantes más comunes:
1. Objetivos demasiado difíciles, demasiado ambiciosos.
Esto suele pasar porque no hemos valorado bien nuestra situación actual, nuestro contexto, o, dicho de otra manera, la casilla de salida. Al no sentirnos capaces, acabamos generando ansiedad, decepción y frustración.
Spoiler: al cerebro no le gustan los cambios, así que una manera de garantizar el éxito del proceso es realizar cambios de manera progresiva, para “hackear” al cerebro y engañarlo.
El aprendizaje aquí es no subestimar el poder de los pequeños pasos, porque son los que, con constancia, te sacarán de donde estás y te llevarán a otro lugar. Y debes entender que, en la mayoría de los casos, solo es un pasito, no la meta final.
2. El aburrimiento.
Te lo explico con un ejemplo relacionado con la alimentación. Existe una zona desconocida para muchos, entre comer procesados y comer verdura hervida con pollo a la plancha todos los días. Yo la llamo “la zona del placer consciente”, y se trata de un espacio donde eliges, de forma consciente, alimentos y hábitos altos en densidad nutricional, pero sin sacrificar dos cosas fundamentales: uno, la saciedad; y dos, el placer.
Tu alimentación debe ser sabrosa para crear adherencia. No debes pasar hambre, porque no se trata solo de cantidad, sino de calidad.
Spoiler, de nuevo: si sientes que estás “a dieta”, estás expuesto al fracaso. Las dietas son insostenibles a largo plazo, nos desgastan, causan tristeza, apatía y nos recuerdan, una vez más, que “no hemos sido capaces”.
3. La confusión te hace más manipulable.
En esta sociedad de la información —y la desinformación—, uno de los sectores más manipulados es el de la alimentación. Son tantos los intereses que mueve esta industria que, sin duda, no es casual la confusión social acerca de qué es saludable y qué no.
En realidad, esta confusión controla tu comportamiento, es una trampa. Porque si estás muy confundido sobre qué comer y qué no, tarde o temprano te rendirás, te bloquearás y abandonarás, con ese discurso aprendido del estilo: “Uno ya no puede comer de nada”.
Es cierto que los hábitos saludables y la nutrición exigen personalización y contexto, pero también es cierto que cada día hay más estudios científicos y evidencia sólida sobre los hábitos que realmente impulsan tu longevidad. Por eso, acudir a un profesional siempre aportará claridad a tu proceso.
4. Entornos potenciadores o entornos debilitantes.
La famosa “ley del espejo”. Somos seres sociales por naturaleza, y nuestra interacción constante con el entorno influye directamente en nuestro comportamiento, muchas veces a través de patrones inconscientes.
Seguro que has oído aquello de que “somos el resultado de las cinco personas con las que más nos relacionamos”.
Por eso, es importante que, antes de embarcarte en un cambio, observes bien con qué entorno cuentas.
Un entorno debilitante emite un discurso del tipo: “Yo no decidí cambiar, y si tú te pones a progresar, me vas a hacer ver que yo estoy quieto en mi sofá. Eso no me gusta y me hace sentir mal. Así que voy a boicotear tu proceso, porque yo aún no estoy comprometido con el mío y me incomoda que tú sí lo estés”.
Con un entorno así, debes saber que todo será un poco más difícil, porque requerirá de más firmeza, más claridad y más compromiso.
Idealmente, el segundo entorno es un potenciador, un impulsor, un entorno que incluso se suma a tu iniciativa y dice algo como: “¡Yo lo hago contigo! A mí también me va a ir bien”.
Podríamos compartirte muchos más condicionantes que nos llevan a procrastinar cuando se trata de hábitos saludables, pero lo que queríamos hoy es mostrar la importancia de contar con un Health Coach en nuestra sociedad, esa figura que te coge de la mano y te ayuda a liderar el compromiso más importante que tienes: el compromiso contigo mismo.
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