La importancia de ser vistos y acompañados como seres únicos

Somos seres únicos y así debemos ser vistos y tratados. Cada persona tiene su propia esencia, su propio ritmo y su manera particular de experimentar la vida. Aunque existen patrones en los que podemos vernos reflejados, abrazar nuestra peculiaridad es fundamental para nuestro bienestar. Permitámonos ser quienes somos, amémonos con nuestras luces y sombras, sin compararnos con los demás, sino inspirándonos en ellos cuando sea necesario.

Desde mi experiencia y trayectoria personal, he atravesado momentos de crisis importantes y he podido resurgir de ellos. Solo cuando he aprendido a abrazar mis singularidades sin compararme, sino reconociendo mi propio camino, he logrado cerrar heridas. Esas heridas nos forman y nos cincelan, convirtiéndonos en quienes somos. Por eso, desde mi rol de acompañante, venero y respeto la singularidad de cada ser, al igual que la mía propia.

La escucha activa es una de las herramientas más poderosas para este reconocimiento. Darle al otro el tiempo para expresarse, sin prisa ni juicios, es una forma de validar su existencia y su proceso. No hay nada de qué avergonzarse, cada historia es valiosa y única. Ser un buen acompañante es como ser un escudero, como Sancho Panza: alguien noble, pacífico y que deja ser. No se trata de dirigir, sino de hacer ver el poder que la otra persona ya tiene dentro de sí, aunque muchas veces ni siquiera lo sepa.

Ser protagonista de la propia vida y del propio cambio es fundamental. Cada persona es soberana de su existencia y puede crear sus propias reglas. Buscar a alguien que acompañe en ese proceso, más que guiar, es clave para el crecimiento personal.

La psicología transpersonal que cursé años atrás me brindó una visión profunda y reveladora de mí misma. Aprendí que no se trata de buscar respuestas fuera, sino de entrenar la mirada y la escucha hacia el interior. Todo está dentro de nosotros. Y así, con esa certeza, acompaño a quienes buscan orientación y transformación.

Siento que lo que todos, sin excepción, necesitamos es ser vistos y escuchados. Crear espacios donde esto sea posible es un verdadero regalo. Te invito a que, cuando busques un acompañante en tu camino, observes si este respeto por tu individualidad está presente. Si la respuesta es sí, entonces ese es el lugar indicado.

Al igual que la flor de loto, que crece en aguas turbias y aun así se eleva pura y hermosa sobre la superficie, cada persona tiene el potencial de florecer a pesar de sus circunstancias. Nuestra historia, con todas sus dificultades y aprendizajes, nos moldea y nos fortalece. Honrar nuestro propio proceso es el mayor acto de amor que podemos ofrecernos. Esto no siempre es fácil, por eso también, un gran acto de amor es buscar ayuda.

Anna Martín